sábado, 30 de marzo de 2013

Otro cuento - Por malvinas


Nicanor

Me era difícil creer que Santiago de Liniers, por cuyas venas corría sangre francesa, hubiera tenido en algún momento la convicción de defender tierras españolas en una América distante. Pero más difícil fue creer que Galtieri, por cuyas venas corría whisky inglés, tuviera algún otro deseo que el poder cuando mandó a un puñado de pibes a pelear contra la armada inglesa.
Lo llamó Nicanor, sí Nicanor. La profesora se sentaba en el escritorio, y con la impunidad que da ese lugar, con la influencia que da esa relación, dijo: “Le puse Nicanor por ese maravillosos hombre”.
El perro fue Nicanor y contabilidad se transformó en una materia para aprender a ser argentino.
Entré a la escuela con bronca porque Vélez había empatado con Renato Cesarini 2 a 2.  Era 5 de abril y la novena fecha del Nacional había empezado el 2 con el triunfo de Central Norte sobre Mariano Moreno. La que sería futura dueña del perro me increpó diciéndome que “nada puede importarle más que la acción militar en Malvinas” y que “si las bandas militares tocaron en las canchas era para demostrar la importancia del sacrificio de nuestros héroes”.
Sentí que haberme enojado porque los dos goles no habían alcanzado para el triunfo era algo tan frívolo que me habían transformado en un estúpido.
La fecha 10 y las siguientes que llevaron a Estudiantes a salir campeón me tuvieron sin cuidado. Comencé a leer los diarios, a escuchar los comunicados.
Día a día me iba acercando más a los acontecimientos de la guerra y, gracias a la ya dueña de Nicanor, me alejaba del fanatismo estúpido del fútbol.
La inefable madre de Nicanor contaba el pedido del T.I.A.R. ante la OEA por boca de Nicanor Costa Méndez. Creo que esa acción fue la que inspiró a aquella profesora  a llamar así al indefenso animal.
Me llamaba la atención que con situaciones más duras que un 2 a 2 el clima que sentía en la cancha se fuera trasladado a las calles y a la escuela (sobre todo en ella).
“Atacan Puerto Argentino” “Le derribamos 3 aviones” “Nos apoyan 17 en el T.I.A.R. y 4 se abstienen”. Uno de los 4 es Estados Unidos. “Ellos están lejos, acá los reventamos”…
Nos hunden el Crucero General Belgrano.
El 5 de mayo, un mes después de mi estúpida bronca por el 2 a 2, entra ella eufórica y dice “les hundimos el destructor Sheffield. Uno a uno” y haciendo un corte de manga grita “¡Tomá!”
Y comencé a entender algo.
Cuando Pinky y Cacho Fontana me regalaron las “24 horas por Malvinas” me convencí de que la vida y la patria eran lo mismo. Y que si cantaba “Hermanita perdida” quería a mi patria aun más todavía. Después fui al festival de rock en solidaridad con los soldados. Dos kilos de harina leudante fueron mi gran acto solidario. Canté junto a Cantilo, Gieco. Hasta Piero cantó. También entendí que Vélez y la patria manejaban los mismos códigos. A la salida del festival cantábamos “¡Qué vanga el príncipe y la flota que los hacemos pelota!”
En mi casa y en todos lados no había dudas de que estábamos ganando y sentía la misma alegría que con los goles de Vélez.
Quería tener un perro y ponerle Nicanor. Como no me dejaron le puse Nicanor a un muñequito perecido a un perro que me había ganado en un sorteo.
Y vino el Papa. Me pasé la noche haciendo patria para escuchar al Papa. También fui porque estaba Vivi, pero no me dio vergüenza porque las pasiones se complementan Vélez, Malvinas, El Papa, Vivi. ¡Viva la patria!
Tres días después terminó la guerra.
Y perdimos.
Era difícil encontrar noticias sobre los que regresaban. Después me enteré de que volvían de noche, que los mandaban a casa como si hubieran vuelto de una instrucción normal.
También contaban que ni las bufandas que mandaban las viejas al programa de Pinky ni mi harina leudante habían ido a parar a manos, cuello o estómago de ningún combatiente.
“Al final estos milicos eran unos cagones” “¿Pensabas que ese borracho te iba a llevar a alguna parte?”
El 13 de junio había empezado el mundial y se decía que Maradona no jugaba porque Menotti era un pelotudo. La discusión ya era otra y si Menotti no lo ponía él sabía por qué, es muy pibe, acá juega bárbaro…
El tema de las elecciones terminó de sepultar a los vivos que habían vuelto de Malvinas. Ya el clima del Vélez versus Renato Cesarini estaba instaurado en la política, en la verdulería, en la vida. R.A. no eran más República Argentina eran las iniciales del futuro presidente.
No se habló más de los ingleses hasta el mundial de México 86. Ocho días después del cuarto aniversario del fin de la guerra Argentina venció a Inglaterra.
“¡Tomá!” Gritaban todos. Me acordé de Nicanor y de ella.
¡Qué suerte! Ahora vamos uno a uno.

Jorge Narducci
Lomas del Mirador, 3 de junio de 2007