martes, 11 de marzo de 2014

Unamuno y el mono enfermo


Los avances en la medicina primero y en la tecnología después alteraron el desarrollo de la naturaleza. Los cambios producidos comenzaron a ocupar el lugar que la naturaleza pareció olvidar. Así, respetando la conducta gregaria, comenzaron a generarse organizaciones sociales y, respondiendo y generando necesidades en esa organización, mecanismos que alivianaron la vida doméstica y mejoraron la salud. 
Pero también se fueron refinando las leyes de la selva y lo que otrora fuera la cadena alimentaria pasó a ser un entramado de leyes que transformó a seres iguales en especie en robustos contra alfeñiques. La igualdad entre los hombres dejó claro que no todos respondemos al sustantivo "hombre" que generó esta nueva forma animal. Hay igualdad dentro de las castas, todos las clases sociales entre sí disfrutan de la horizontalidad. Todo cambia cuando la igualdad se generaliza entre todos los hombres. Y cada vez se marca más esa diferencia, y con menos ambages. 
Entonces, los cambios producidos tomaron a un "hombre", al hombre en el que se nombra la humanidad toda sin tener en cuenta a la mayoría de la humanidad, aferrado a unos cambios que beneficiaron  cada vez más su calidad de vida. Y con ella su salud.  
Ahora bien, y tomando a Miguel de Unamuno como el padre de las ideas más extraordinarias que dio la lengua, vamos a acercarnos a un milímetro de sus pensamientos para poder seguir. 
Escuchemos. Dice Miguel de Unamuno en "Del sentimiento trágico de la vida" sobre el origen del hombre: 
"¿Queréis otra versión de nuestro origen? Sea. Según ella, no es en rigor el hombre, sino una especie de gorila, orangután, chimpancé o cosa así, hidrocéfalo o algo parecido. Un mono antropoide tuvo una vez un hijo enfermo, desde el punto de vista estrictamente animal o zoológico, enfermo, verdaderamente enfermo, y esa enfermedad resultó, además de una flaqueza, una ventaja para la lucha por la persistencia. Acabó por ponerse derecho el único mamífero vertical: el hombre. La posición erecta le libertó las manos, de tener que apoyarse en ellas para andar, y pudo oponer el pulgar a los otros cuatro dedos, y coger objetos y fabricarse utensilios, y son las manos, como es sabido, grandes fraguadores de inteligencia. Y esa misma posición le puso pulmones, tráquea, laringe y boca en aptitud de poder articular lenguaje, y la palabra es inteligencia. Y esa posición también, haciendo que la cabeza pese verticalmente sobre el tronco, permitió un mayor peso y desarrollo de aquélla, en que el pensamiento se asienta. Pero necesitando para esto unos huesos de la pelvis más resistentes y recios que en las especies cuyo tronco y cabeza descansan sobre las cuatro extremidades, la mujer, la autora de la caída, según el Génesis, tuvo que dar salida en el parto a una cría de mayor cabeza por entre unos huesos más duros. Y Jah la condenó, por haber pecado, a parir con dolor sus hijos.  
El gorila, el chimpancé, el orangután y sus congéneres deben de considerar como un pobre animal enfermo al hombre, que hasta almacena sus muertos. ¿Para qué?" 
Ahora a volver a hablar. 
¿Qué será entonces lo que los adelantos tecnológicos habrán hecho con este mono enfermo? 
El recorrido de la historia, la evolución de los acontecimientos hubieran permitido suponer que aquel animal enfermo podría haberse alejado por completo y ser ya una especie con rasgos que en nada supusieran su origen. La literatura, la música, las manifestaciones artísticas, los ideales, las teorías filosóficas, todo esto  analizado en perspectiva hubieran podido suponer un ser capaz de superar esta realidad, que aparte de injusta, violenta y dolorosa parece muy divergente de la posible evolución de las relaciones humanas.  
Pues, ¿A quién está curando la tecnología? ¿Quién es el beneficiado con  los adelantos en la medicina? ¿Es el hombre o aquel mono enfermo? ¿Curar al hombre es enfermar más al mono o el hombre en su sanación va camino a la recuperación del mono? 
Por lo pronto las rejas que el hombre (la pequeña porción de homínidos que se consideran hombres cuando se habla de los avances que tuvo, ¡hasta llegó a la luna! ¿Para qué?) se está poniendo a sí mismo ya lo lleva a una especie de zoológico autoproclamado donde el resto de la especie que comparte su lugar en la taxonomía biológica lo mira jugar con el mundo.  
En el zoológico real, en el que las rejas también las pone ese "hombre", los animales miran pasar el mundo a través de los barrotes, su lugar no cambia, pero los que los miran como si fueran un espectáculo van y vienen, les tiran ¿alimento?, les dicen cosas que no entienden, y seguro que si pudieran, los animales repetirían las palabras, los gestos, los sonidos. El mono sano, aquel que su hermano enfermo encerró, imita conductas, da saltos para recibir ¿alimento?  
Imaginemos esta escena: Un "hombre" tras sus propias rejas, encerrado, mirando por la ventana, por ambas ventanas; la real, la de su comedor y la virtual, su televisión, su pantalla. Él quieto, mirando. Quieto aunque se mueva, porque su pereza no es física. Alterna la mirada entre las dos ventanas como si fueran ambos lados de un barrote de su jaula. Y mira, y repite las palabras, los gestos. 
Quizá las mismas cosas que enferman al hombre curen al mono, y los científicos en su avance vuelvan a poblar de monos, monos pelados, con el pulgar opuesto al resto de la mano, erguido, con cerebro más grande, pero monos al fin. 

Jorge L. Narducci

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